Los rayos de sol penetran las nubes dispersas en el cielo e iluminan los techos de las casas de la capital. Las calles parecen estar inundadas de carros que circulan a pasos de tortuga, mientras que en las veredas las personas caminan apresuradas y enrojecidas por el calor. Ellos son algunos de los ecuatorianos que asistirían a una de las 29 000 juntas electorales en el país para realizar las votaciones por el sí o el no en la Consulta Popular 2011 según el CNE.
María Rosa Yuqui, vendedora de comidas típicas, revuelve la olla llena de hornado con la que esta mañana de votaciones “intentaría conseguir ganancias”. A sus costados, otros siete vendedores de comida esperan ansiosos en sus puestos para servir a la “damita” y al “caballero” un plato de hornado con tortillas de papas, fritada, mote con chicharrón, papas con cuero, cevichocho, espumilla, maduro asado, mango con sal o una funda de algodón de azúcar.
Por tres dólares, María Rosa realiza otra venta de un ‘combo completo’. “Vine a las siete de la mañana porque hay que aprovechar el día que se vende bien”, comenta mientras sirve el plato. Ella explica que debía votar en Salcedo pero prefirió quedarse en Quito y no votar para no perder las ventas como lo hicieron muchas de sus compañeras.
Yessenia Marrasquín, vendedora de cevichochos, es una de ellas. “Tengo cuatro hijos que necesitan comer porque de nada les sirve que vote y no venda”, explica. Yessenia y sus compañeras que también son vendedoras, no sufragarían ese día porque muchas de ellas “no entienden las preguntas” o simplemente: “no les importa”.
A la voz de “venga venga que sí hay el hornado calientito”, las cansadas vendedoras llaman a sus clientes mientras frente a sus puestos se acomodan las personas que esperan degustar las “delicias” que cada año se ofrecen frente a los recintos de votación. El ambiente huele a las mezcla de alimentos, a una combinación de aceite, refrito y sudor que se opacan con el humo de los carros.
La tarde va cayendo y el brillante sol empieza a desvanecerse por lo que María ya no tiene que mantener los ojos entreabiertos. Se lleva a la boca un pedazo de tortilla de papas con los dedos que luego se limpia en su blanco delantal mientras observa un periódico en el que se titula: “Hoy se define la consulta popular”.
Las personas han empezado a retirarse y las calles comienzan a tonarse desoladas. Otros vendedores ya han cerrado sus puestos de venta y han guardado la comida que les sobró en tarrinas o fundas. María y su esposo permanecerán frente al “pensionado Borja 3” hasta “más tarde” cuando se enteren de los resultados finales de las votaciones. El ambiente se ha viciado de incertidumbre y soledad. “El país está esperando los resultados para ver si se puede reír o llorar, en cambio a mí, solo me importan los resultados por mis hijos”, comenta María Rosa mientras el sol se esconde tras el Pichincha.
Carla López Oviedo
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