Actualidad
viernes, 13 de mayo de 2011
Abran paso a la ambulancia
Una niña de seis años cayó desde una pared de dos metros a las afueras del Registro Civil, norte de Quito. Sus padres la descuidaron porque estaban preocupados por sacar las cédulas que les permitirían votar.
Mercedes Tabascano, quiteña de 37 años, con el rostro bañado en lágrimas subió a la ambulancia de la Cruz Roja. Dos paramédicos llevaban a su hija Jacqueline en una camilla. Su nariz estaba desviada, sus dientes teñidos de sangre, sus mejillas eran como un lienzo donde el color rojo predominaba sobre su tono rosa. La pequeña no dejaba de llorar y su madre tampoco.
Ese fue el escenario del mediodía del 7 de mayo en las puertas del Registro Civil, ubicado en la intersección de las avenidas Amazonas y Naciones Unidas. Edison Tabascano, tío de Jacqueline, era una de las 30 personas que exigían que se les atienda a pesar de que no había turnos desde hace dos horas. Su preocupación era la multa de USD26.40 que se aplicaría por no votar.
Pues, media hora antes, Marco Gutiérrez, supervisor general del Registro Civil, se puso en medio de los dos militares que custodiaban la puerta y anunció: “La capacidad es de 1500 personas, por eso no hay atención. Ayer, 3500 cédulas se entregaron hasta las 9 de la noche. No podemos poner tres litros de agua donde sólo entran dos”. La multitud lo escuchaba atenta. En ese momento de tensión se añadieron dos militares al control.
“Nos dijeron que atenderían hasta las cinco de la tarde. No sean mentirosos”, dijo angustiada Maribel Arévalo. “Qué vamos a hacer si nos cobran la multa, no podemos pagarla”, manifestó Edison Tabascano, mientras Jacqueline, con curiosidad, tomaba su mano sin saber que más tarde sufría un accidente.
A Edison no le agradó la idea de que su sobrina esté entre la multitud, pues parecía que en cualquier momento intentarían entrar a la fuerza. Jacqueline se hizo a un lado y se arrimó a la pared que dividía la puerta principal del Registro Civil con la puerta de salida, en la planta baja. Dos policías más se sumaron al control de la muchedumbre. No se dejaban de oír reclamos, sin embargo, el llanto de Jacqueline surgió como un grito en medio del silencio.
Redacción Nathaly Maya
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