Sábado 7 de mayo, la gente esperaba con impaciencia la llegada del marchista ecuatoriano Jefferson Pérez. El día estaba nublado. Cuenca esperaba consulta popular. Eran 8:30 en la escuela Abelardo Tamariz Crespo en el sector de Totoracocha, al norte de la ciudad.
Llegó con una chompa azul junto a su hermano Fabián. “Ya llegó Jefferson” se escuchaba a lo lejos. Periodistas y curiosos se acercaron corriendo para ver a su idolo.
“Viví en Totoracoha 15 años, siempre he votado en el colegio Herlinda Toral que queda dos cuadras de mi casa, es la junta más grande de Totoracocha. Esta es la primera vez que vengo a ejercer mi derecho al voto, en la escuela Abelardo Tamariz” comentó.
Jefferson es educado a la hora de hablar, cree en una política social aunque le incomoda hablar del tema, drástico en su manera de pensar, es considerado un referente de la opinión pública.
Hombre libre a la hora de expresar lo que piensa, perseguido por el cariño y afecto de las personas a donde vayan. “Soy un monumento que faltaba mantenimiento, agradezco al artista. No soy actor político ni nunca lo seré” manifiesta.
Transparente al comunicar su posición actual, dice “no tener dependencia con Banco del Pichincha y que el señor José Chamba no tiene ninguna relación laboral con él”.
Terminó la jornada de votación para el marchista olímpico a las diez de la mañana, sufragó mostrando con agrado su papeleta y se despidió agradeciendo a sus simpatizantes y diciendo un “NO” a la consulta popular.
Ana Cordero
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