Leen, miran, dudan y responden. Un cartón blanco pegado a un pupitre verde agua cubre a aquel que llega a ejercer su derecho al voto. Uno tras otro se sientan y muchos procuran que nadie vea lo que responden.
Raya rápidamente, retira su papeleta de votación y se aleja. Para Bryan Velasteguí de 16 años de edad, la Consulta Popular no es importante, “yo solo vine a votar porque me dijeron que si no lo hago me van a multar”.
Guarda su papeleta en la billetera y se aleja feliz junto a su hermano después de haber cumplido con su derecho al voto.
“Yo respondí Sí a todo porque soy partidario de Correa”, afirma Sebastián Ruiz de 17 años. Además, dice que se debe apoyar a Rafael Correa ya que el “país necesita un cambio”.
Una familia acompaña a su hijo, Stalin Vera de 16 años, a que vote en la mesa 209 del recinto Escuela San Antonio del Alvernia, al nororiente de Quito. La empadronadora le da la hoja donde están las preguntas y luego de leerlas responde con cierta inseguridad.
Después de depositar la hoja en la urna dice que no tenía mucho conocimiento de lo que trataban las preguntas y que solo estaba 100% seguro de la pregunta 8 que trata sobre la prohibición de matar animales en espectáculos.
“Es importante que nosotros no estemos privados de dar nuestra opinión”, afirma con una expresión de satisfacción Carla Vásquez de 17 años luego de haber sufragado en la mesa 202 del mismo recinto.
Además, dice que con sus profesores, amigos y familia trataron el tema de la Consulta Popular y analizaron cada una de las preguntas para que en el momento de votar lo hagan conscientemente.
Mientras muchos jóvenes ejercen su derecho al voto, en las calles de Quito el tráfico es un caos. Los carros pitan seguidamente y sus choferes desesperados e insultándose unos con otros quieren llegar rápido a sus casas. Algunos aún no votan, pierden la paciencia mientras el sol quema sus rostros.
Verónica Vásconez V.
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